El viaje comienza en Burdeos, tras el día de visita a una ciudad muy extensa, pero no tan poblada como yo esperaba. Recuerda a Bilbao, pero se diferencia fundamentalmente en que apenas hay edificios altos y es especialmente llana, ideal para recorrer en bicicleta. De hecho, ambas ciudades están hermanadas (Burdeos y Madrid también, por lo visto). A diferencia de lo que conocemos en España, los carriles para bicicletas y la señalización demuestran que aquí sí se han tomado en serio la cuestión, aunque tampoco se ve tanta bicicleta. A lo mejor es por ser domingo.
Puente de San Juan |
Dejamos Burdeos, pero no nos separamos del Garona durante unos kilómetros. La temperatura es de lujo y la sombra nos acompaña y nos acompañará durante la mayor parte de la etapa. En la primera parada me doy cuenta de un error: la rueda trasera de la bicicleta de Esti (una BTT cutrecilla del Decathlon) se sujeta al cuadro con tuercas... Y no tengo dos llaves para sacarla en caso de pinchazo. Más vale que no pinche. Y encima me he llevado una pedrada de una desbrozadora con la que estaban limpiando las cunetas. Les tengo más miedo que al diablo.
En esta etapa se atraviesa un único túnel, pero perfectamente señalizado e iluminado. No puedo evitar compararlo con los de la vía verde de la Sierra de la Demanda: sin luz, con charcos y excrementos de vaca por todas partes. Igualito.
En un momento dado el camino está cortado por un árbol caído. Nada serio: se puede pasar. Eso sí, se notan las bicicletas cargadas (con alforjas) y las que no. Curiosamente leí en un blog de alguien que había hecho esta vía verde que les había pasado lo mismo. A lo mejor es frecuente que te vayan cayendo árboles...
Estación de Sauveterre de Guyenne |
Pero ahora toca acercarse a La Réole, para volver en tren a Burdeos a por coche. El hostelero se ofrece a acercarnos y aceptamos gustosos. No hay demasiada frecuencia de trenes, pero sí puntualidad. Ya en Burdeos, una vez sentado al volante, salir es fácil (con el GPS), y la autopista A62 acelera el trámite de volver a casa. Comprobamos que el alojamiento, por cierto, es encantador, seguramente el mejor del viaje (también el más caro).
Al final han salido 70 kilómetros de etapa, con leves subidas y bajadas, el túnel, paisajes variados, estaciones de tren sin trenes, pero aprovechadas para otros menesteres, etc. A partir de la segunda etapa la variedad paisajística es mucho menor, pero no sorprende, porque dejamos el trazado de una línea de ferrocarril para seguir el de una vía de agua.
Por cierto, Roger Lapébie fue un ciclista francés de la zona que llegó a ganar el Tour de Francia nada menos, en 1937. Fue, además, impulsor de la construcción de esta vía verde.
Por cierto, Roger Lapébie fue un ciclista francés de la zona que llegó a ganar el Tour de Francia nada menos, en 1937. Fue, además, impulsor de la construcción de esta vía verde.
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